APRENDER A MIRAR

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El comandante en jefe de las fuerzas de ocupación le dijo al alcalde de la aldea: «Tenemos la absoluta seguridad de que ocultan ustedes a un traidor en la aldea. De modo que, si no nos lo entregan, vamos a hacerles la vida imposible, a usted y a toda su gente, por todos los medios a nuestro alcance».

En realidad, la aldea ocultaba a un hombre que parecía ser bueno e inocente y a quien todos querían, pero ¿qué podía hacer el alcalde, ahora que se veía amenazado el bienestar de toda la aldea? Días enteros de discusiones en el Consejo de la aldea no llevaron a ninguna solución. De modo que, en última instancia, el alcalde planteó el asunto al cura del pueblo. El cura y el alcalde se pasaron toda una noche buscando en las Escrituras y, al fin, apareció la solución. Había un texto en las Escrituras que decía: «Es mejor que muera uno solo por el pueblo y no que perezca toda la nación». De forma que el alcalde decidió entregar al inocente a las fuerzas de ocupación, si bien antes le pidió que le perdonara. El hombre le dijo que no había nada que perdonar, que él no deseaba poner a la aldea en peligro. Fue cruelmente torturado hasta el punto de que sus gritos pudieron ser oídos por todos los habitantes de la aldea. Por fin fue ejecutado.

Veinte años después pasó un profeta por la aldea, fue directamente al alcalde y le dijo: «¿Qué hiciste? Aquel hombre estaba destinado por Dios a ser el salvador de este país. Y tú le entregaste para ser torturado y muerto». «¿Y qué podía hacer yo?», alegó el alcalde. «El cura y yo estuvimos mirando las Escrituras y actuamos en consecuencia».

«Ese fue vuestro error», dijo el profeta. «Mirasteis las Escrituras, pero deberíais haber mirado a sus ojos».

Este es un breve cuento del libro ‘El canto del pájaro’ escrito por Anthony de Mello, cuyas enseñanzas nunca dejan indiferente.

Mirar con ojos nuevos

Cuántos conflictos y desencuentros podríamos resolver con un gesto tan simple como mirar a los ojos de la persona que tenemos en frente, en lugar de juzgarla y condenarla guiados por normas, creencias y prejuicios establecidos por nuestra cultura.

Date cuenta que la persona que tienes en frente de ti es un ser humano. A lo mejor no exactamente igual que tú, pero sí hecho de lo mismo.

Mirarla, observarla y no solo verla con los ojos de la mente, a menudo llenos de juicios y etiquetas, te ayudará a desarrollar una mayor amplitud de miras.

Si quieres desarrollarte profesional y personalmente tendrás que aprender a mirarte a ti mismo también con ojos nuevos. Obsérvate. Date cuenta de tus prejuicios, de tus condicionamientos y de tus creencias a cerca de ti mismo y de los demás. Toma consciencia de cómo éstas influyen en tu forma de pensar, de actuar y en tus resultados. Empieza a trabajar sobre ti, ya que eso solo depende de ti. El verdadero liderazgo empieza por ser capaces de liderarnos a nosotros mismos primero.

Si prácticas, pronto tendrás una nueva visión de todo cuanto te rodea. Esto te posibilitará ver, valorar y reconocer las capacidades y potencialidades de otros, que a su vez permitirá aflorar en ellos recursos y talentos de los que muchas veces ni siquiera ellos mismos eran conscientes.

¿Te imaginas cómo esto puede ayudarte a desarrollar tu liderazgo y a impulsar el desarrollo de tus colaboradores y de los miembros de tus equipos?

Si te centras sólo en cambiar tus comportamientos y conductas conseguirás cambios débiles y superficiales. Para conseguir una transformación más profunda y sostenida en el tiempo: cambia tu percepción de ver todo lo que te rodea.

Todo lo ves a través de tus ojos. Recuerda que eres tú quien elige cómo ves el mundo a través de ellos.

Mira a los ojos a las personas, vacía tu mente de etiquetas y significados aprendidos y observa qué sucede. Qué sucede dentro de ti y como consecuencia de ello también fuera.

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